La sincronía de la ausencia.
Llevo rato escribiendo sobre la sincronía, tres meses para ser precisa. Y aún no he aprendido a mirarla, a veces me parece sutil, cuando presto atención a un seuceso que alguien más nota, pero que ha estado presente en mi cotidiano, notoriamente. A veces, son como lecturas de pensamientos ajenos cuando le contesto a alguien lo que está por decirme, me es natural y me parece producto de la lógica de pensamiento. Lo que llama mi atención es la provocación que sucede cuando esto pasa. Cuando esto pasa, nos sucedemos, es una de las ideas que me pasan por la mente ahora: nos sucedemos. Cuando alguien me obsequia justo lo que estoy pensando, cuando encuentro de manera ocasional el libro que ha sugerido la lectura que hago, cuando me llama la persona en que pienso, pero estos meses también sucedio lo inverso y le presté atención, la sincronía de la ausencia, la semana en que me quedé si luz, me quedé sin moto y me quedé sin gata.
Creo que primero fue lo de la luz, el parpadeo de los focos, el segundo parpadeo, la obscuridad y calor en la madrugada. Obsuridad porque tiendo a dejar la luz exterior encendida, como si la iluminación me protegiera de los males que solo ocurren en la oscuridad. Es largo y quizás aburrido de explicar, pero la casa que habito tiene una historia triste traducida en el olvido y su mantenimiento nulo. Así que cuando el segundo eléctricista vino y descubrió que no había centro de carga, ni guia para entender por dónde se alimentaba la casa con la electricidad, dió paso a la abertura de todos los contactos, dejando lo que parecían bocas abiertas con lengua de fuera por todos lados, ventiladores de techo semi desarmados e hizo la búsqueda con el medidor de corriente con su pitido singular hasta que dió con el contacto alimentador. Entre risa, ingenuidad y cansancio y una estancia más desordenada que como la encontró.-Tendré que dejar el cable por fuera, sentenció. Era eso o romper la pared, así que fue eso. Final uno.
Después de cuatro días y al borde de la desestabilidad, recordando la fragilidad con que vivimos, intenté arrancar la moto y descubrí que nuevamente no encendía, osea encendía pero no arrancaba, así que la empuje hasta el mecánico que intuitivamente decidí, era el más cercano. Y como acto de gracia, en cuánto me la recibió, recordé a la gata, hacía un día que no estaba, esperé, por el arreglo de la moto y ya con electricidad, comencé a llamarla, pregunté por whatsaap a los gatunocontactos, si sería normal que después de unos meses en la nueva casa se alejara. Toda clase de recomendaciones llovieron. Postee al tercer día en el grupo vecinal, salí a media noche a llamarla con las croquetas en mano, era octubre.
Entendí esa semana lo afortunado de la calma y todo lo que puede salir mal en solo una semana, no quise pensar la frase: ¿qué más puede salir mal? Me volví creyente.
Cuando paseo a los perros hablo con un a vecina: - perdí a mi gata -le djie.¿tiene usted una gata? Veinte minutos después tocaron a la puerta. -soy su vecino -hace dos días que hay un gato en el techo, me dijo la vecina que...si era mi gata, asustada por el perro del vecino, no dejándolo dormir, también a dos días de sus propias malas sincronías. La recuperé.
Sigo sin entender, qué es la sincronía, que es lo que sucede más que nosotros sucediéndonos unos a otros.
¿Y si somos la sincronía de alguien más?
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias